Hace tiempo leí una especie de cuento que se usa para las clases de Economía que me parece, hoy aplica en México.

Resulta que en un remoto pueblo ocurrió una crisis económica que tenía a todos paralizados, pues los vecinos se habían quedado sin dinero para continuar con el funcionamiento de sus negocios.

Una mañana, arribó al hotel del pueblo un hombre rico que pidió conocer el inmueble y ver una a una las habitaciones con el propósito de rentar alguna si esta le acomodaba. Como garantía, dejó un billete de mil pesos mientras realizaba el recorrido.

De inmediato, el propietario salió corriendo con el billete en la mano a pagarle al carnicero la deuda que adquirió con él para que le siguiera surtiendo la carne que servía en su hotel.

El carnicero, tomando el mismo billete, se dirigió con el granjero a pagar los animales que este le vendía para surtir la carnicería.

Contento, el granjero se fue a pagar con el billete el alimento que el dueño de la tienda de forrajes le fió para alimentar a los animales del rancho.

A su vez, este se fue a la casa de la prostituta a la que entregó el billete, pagando con él los servicios recibidos tiempo atrás.

Sin perder tiempo, ella se fue al hotel y entregó al dueño el billete de mil pesos como pago de la renta de la habitación que días antes utilizó para atender a sus clientes.

En ese momento, bajó el hombre rico, quien decidió no ocupar los servicios del hotel. El hotelero le regresó el billete que había dejado como garantía, y el señor se retiró.

Así es cómo funciona un poco la economía. Necesitamos muchos billetes de mil pesos circulando y de ser posible, que el cliente se quede en el hotel, para seguir con la metáfora del cuento. Pero si el Gobierno federal se dedica a descalificar y atacar a los que sacan el billete de la cartera y, además, se niega a ayudarles para que no dejen de circular esos billetes, la crisis les pega a todos por igual.

“A todos”, incluye al Gobierno y las arcas públicas. Para que se paguen impuestos, primero hay que generar ventas, consumo, producción. Y es ahí donde los empresarios -de micros a grandes- juegan un papel vital: son los que arriesgan el billete, porque no saben si volverá, pero lo ponen una y otra vez. Y ese no es un cuento, es la vida real.

fernandomacias@direxion.mx

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