Eugenia es una mujer profesionista que no para de trabajar. Su vida gira en torno a su carrera que tanto esfuerzo le ha costado. Se suponía que me reuniría con ella la semana pasada; quería platicarme su nuevo proyecto.
Luis Eduardo es un amigo que se dedica a la consultoría. Es un tipo querido y respetado en el medio; yo mismo lo consulto en diversos temas en los que colaboramos por diversas razones. No nos fue posible encontrarnos en un desayuno pendiente.
Baltazar es un compañero de la adolescencia; coincidimos en los Scouts y seguimos teniendo una relación fraterna. Trabaja en la seguridad del supermercado al que voy; nos saludamos todavía hace unos 20 días.
Natalia es una niña que hace gimnasia olímpica de alto rendimiento. Le encanta entrenar y lo hace cuatro o cinco horas al día. Estuve con ella hace dos semanas.
¿Qué tienen en común estas personas con quienes -además de considerarlas tan cercanas como si fueran mi familia-, tengo contacto de forma rutinaria?
Que tienen COVID-19 en diferentes fases y manifestaciones; en uno de los casos de tanta gravedad que estuvo entubado por cinco días y aún permanece con oxígeno. El resto, capoteando los malestares.
Yo mismo tuve que realizarme la prueba de detección; afortunadamente, salí negativo, según me acaban de informar. Pero apenas tomo el teléfono y me entero que Juan Pablo, un empresario de la comunicación con quien he trabajado en diversos proyectos en los últimos años, salió positivo en su prueba. Tuvimos una reunión por Zoom hace 15 días y estaba perfectamente bien.
Esto ya es como el cuento de Pedro y el lobo, solo que en esta historia ya llegó el lobo y parece que se quedará por un buen tiempo. Antes, hablar del coronavirus eran solo números fríos y lejanos sobre personas infectadas. ¡Hoy son nombres de gente cercana y querida!
No hay de otra que ser prudentes y solidarios ¡Cuídate y cuídanos!
* Por obvias razones, los nombres son ficticios, pero no así los personajes.