Aquellas personas que tengan un riesgo alto de enfermedad de Alzheimer, pueden tener una remedio en sus manos: haciendo un poco más de ejercicio puede comprarle tiempo, sugiere una investigación reciente.

Las investigaciones anteriores han encontrado que las personas con niveles elevados de una proteína cerebral llamada beta amiloide son más propensas a desarrollar enfermedad de Alzheimer y a experimentar un deterioro cognitivo rápido en la vejez.

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Pero, aparentemente, el inicio del Alzheimer se puede retrasar mediante el ejercicio regular, informan los científicos.

“Las personas que tenían niveles elevados de amiloide, que es uno de los primeros cambios que se ven en la enfermedad de Alzheimer, tenían unas tasas más lentas de deterioro cognitivo y de pérdida de volumen cerebral con el tiempo si hacían unos niveles más altos de actividad física”, señaló la investigadora principal, Jennifer Rabin, científica en el Programa de Ciencias del Cerebro Hurvitz del Instituto de Investigación Sunnybrook, en Toronto, citada por agencias de prensa.

“Disfrutar de esa protección tampoco conllevaba demasiado ejercicio. Los datos sugieren que las personas que caminaban de 8,300 a 8,900 pasos al día experimentaban un retraso significativo en el inicio del Alzheimer”, dijo Rabin.

Estudios anteriores han mostrado que las personas mayores que hacen ejercicio con regularidad tienden a mantenerse más agudas durante más tiempo en la vejez, pero esta nueva investigación muestra que la actividad física protege específicamente a las personas que presentan los cambios tempranos en el cerebro relacionados con el Alzheimer, señaló el Dr. Howard Fillit, director ejecutivo y director científico de la Alzheimer’s Drug Discovery Foundation.

“Esta población es distinta que la que se ha estudiado antes, porque observan a personas que son clínicamente normales pero que presentan evidencias de enfermedad de Alzheimer en el cerebro”, indicó Fillit, que no participó en la investigación.

En el estudio, Rabin y sus colaboradores pidieron a 182 participantes del Estudio sobre el envejecimiento del cerebro de la Universidad de Harvard que usaran un podómetro durante una semana, para medir su nivel usual de actividad física. Se usaron escáneres del cerebro para detectar los niveles de beta amiloide en sus cerebros.

La beta amiloide tiende a aglomerarse en los cerebros de los pacientes con Alzheimer, acumulándose en placas pegajosas entre las neuronas, y posiblemente afectando a la función de las células del cerebro.

Entonces, los investigadores monitorizaron a los participantes durante hasta siete años, con pruebas anuales para evaluar el estado de su función cerebral. Se realizaron escáneres repetidos para ver si sus cerebros habían comenzado a encogerse, una señal de la progresión del Alzheimer.

El estudio encontró que las personas que caminaban más tendían a mantenerse más agudas y a experimentar una pérdida más lenta del volumen cerebral.

Lo notable es que los efectos cerebrales del ejercicio fueron independientes de los beneficios para la salud del corazón y los vasos sanguíneos, señaló Fillit.

Eso significa que la actividad física ayuda al cerebro de formas que van más allá de la prevención de los mini accidentes cerebrovasculares que pueden contribuir a la demencia, comentaron Fillit y Rabin.

La actividad física podría estar preservando la función cerebral al reducir la inflamación, mejorar el flujo sanguíneo general al cerebro, o ayudar a las personas a dormir mejor, dijo Rabin.

El ejercicio también se ha asociado con unos niveles más altos de FNDC [factor neurotrófico derivado del cerebro], una sustancia del cerebro que “es el factor de crecimiento neuroprotector más potente que conocemos”, apuntó Fillit.

“No hay que entrenarse como si fuera a hacer el Tour de Francia… Quizá solo tenga que subir a una cinta o elíptica y hacer que su frecuencia cardiaca aumente”, añadió.

Rabin advirtió que aunque la actividad física aparentemente ayuda a mitigar los declives en la función cerebral relacionados con la amiloide, las personas con unos niveles más altos de beta amiloide no son tan propensas a envejecer bien como las que no tienen nada de amiloide en el cerebro.

Pero es posible que si las personas combinan el ejercicio con hábitos saludables para el corazón, como comer bien y controlar su presión arterial, pudieran reducir más su riesgo de pérdida cerebral futura, añadió Rabin.

“Si usted elige muchas opciones de estilo de vida buenas, quizá pueda volver a una trayectoria de envejecimiento normal”, planteó Rabin.

(Foto: Tomada de Hubsports)

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