Sergio Contreras / Colaboración especial

El día amaneció más frío que de costumbre. El termómetro marcaba 12 grados, pero la sensación era helada. A 1,506 kilómetros de distancia, moriría su sobrino en unas horas.

Joaquina se levantó, puso agua a calentar para un té y comenzó con las labores del día que incluye atender a Enriqueta, su madre.

Para esa tarde estaba programada la ejecución con inyección letal de Rubén Cárdenas Juárez, como lo recordaban, o de Rubén Cárdenas Ramírez o Rubén Ramírez Cárdenas como los medios internacionales lo nombran.

El 22 de febrero de 1997, Rubén habría discutido con su prima Mayra, de 16 años, hija de su tía Julia, con quien llevaba una buena relación. Él tenía 27.

“Estábamos hablando de lo que ella sentía por mí, me dijo que quería algo más que una relación de primos, dijo que quería casarse”, contó Rubén a una televisora texana. Dijo que después de la pelea había intentado reanimarla sin éxito. Fue detenido, procesado y sentenciado a la pena de muerte y desde 2004 esperó en la antesala de la cámara de ejecución.

En la colonia Las Delicias, de Irapuato, su abuela Enriqueta Rosales ha vivido el proceso con mucho dolor y con visitas al hospital.

“Ella ya no soporta tanto, la hemos tenido que internar porque se nos pone mal cuando oye algo en las noticias”, cuenta su hija Joaquina, tía de Rubén.

La televisión permanece apagada. Las fuentes de información son las redes y los reporteros apostados afuera de su vivienda.

Cercano a las seis de la tarde, la hora programada para la ejecución, la calle se llena de cámaras y micrófonos. Los vecinos se asoman por las ventanas y preguntan con curiosidad qué está pasando al otro lado del Río Bravo.

La familia recoge su puesto de ropa. Unas camisas, unas blusas, alguna chamarra.

Oscurece alrededor de las 7 y a unos metros se reúnen a rezar el rosario a la Virgen de Guadalupe.

Pasan los minutos despacio. Una corte de Distrito niega competencia y deja el recurso interpuesto de última hora por la defensa en manos de la Suprema Corte.

Las peticiones de clemencia del gobierno mexicano no hacen eco.

Afuera de la Unidad Walls, en Huntsville, Texas, llueve y hay unas cuantas personas protestando contra la pena capital. En Irapuato lo saben y lo agradecen. Con el acusado permanece un hijo y un hermano. El resto de la familia hace oración en una sala.

Los dedos de las manos truenan a ambos lados de la frontera. La mayoría de los reporteros en la ciudad fresera comienzan a hacer la retirada.

La familia se queda unida, volteando hacia el norte en espera de un milagro. Su sobrina murió hace 20 años y no quieren que otro miembro de la familia se vaya ahora por la fuerza de la justicia norteamericana.

A las 22:26 horas, más de cuatro horas después llega el fallo de la Corte. Es en contra. A Rubén ya lo preparan para ser ejecutado, pese a todos los argumentos legales.

Antes de que acabe el día, había dejado de existir.

En Irapuato, Guanajuato, sus familiares se abrazan. La inyección letal también estaba haciendo efecto a la distancia.

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