La mala praxis en cirugía estética volvió al centro del debate público tras el testimonio de la modelo y actriz Dorismar, quien mostró las consecuencias físicas y emocionales de una serie de procedimientos que no solo afectaron su imagen, sino también su salud. Su caso expone una realidad incómoda: cuando la ética médica falla, los daños pueden ser profundos y duraderos.

A sus 50 años, Dorismar compartió en redes sociales parte del proceso que enfrenta luego de varias intervenciones quirúrgicas en la nariz que se complicaron con el paso del tiempo. Lejos de tratarse de un tema superficial, su experiencia abre un cuestionamiento necesario sobre los límites de la cirugía estética, la responsabilidad profesional y la protección real de los pacientes.

Dorismar y un proceso marcado por la mala praxis en cirugía estética

De acuerdo con información difundida por TV Notas, Dorismar se sometió a múltiples cirugías reconstructivas nasales con el doctor José Achar. Tras quedar inconforme con la primera intervención, accedió a una segunda cirugía en la que, presuntamente, el tabique fue limado en exceso, dejándolo pequeño y curvo. Además, se habría colocado un implante artificial sin el consentimiento previo de la actriz.

El implante fue rechazado por su organismo, lo que provocó infecciones y presencia de pus. A pesar de ello, según el relato, el médico minimizó la gravedad de la situación. Dorismar siguió las indicaciones médicas, incluyendo rehabilitación con masajes, pero el daño se agravó: el tabique colapsó, quedaron cicatrices visibles y aparecieron problemas respiratorios severos.

Ética médica y cirugía estética: una discusión urgente

Una tercera cirugía realizada en 2024, con un implante “más sofisticado”, tampoco logró corregir el daño. Ante este escenario, Dorismar decidió viajar a Colombia para recibir atención médica especializada. En un video publicado recientemente, la actriz explicó que se encuentra en proceso de rehabilitación y mostró esperanza al estar ahora en manos de un especialista al que calificó como una eminencia.

Más allá del caso particular, la mala praxis en cirugía estética obliga a replantear preguntas clave: ¿qué tan informado está realmente un paciente antes de una intervención?, ¿se respeta el consentimiento informado?, ¿existen consecuencias reales cuando un procedimiento sale mal?, ¿quién responde cuando el daño es permanente?

Cuando la estética deja de ser superficial

La cirugía estética no es un procedimiento menor. Involucra decisiones médicas, éticas y humanas que impactan directamente en la calidad de vida de las personas. Casos como el de Dorismar recuerdan que la búsqueda de una mejora física nunca debería poner en riesgo la salud ni normalizar prácticas negligentes.

En una industria que muchas veces prioriza la apariencia y la perfección, hablar de mala praxis en cirugía estética es también hablar de responsabilidad, ética profesional y del derecho de los pacientes a una atención segura y transparente. La reflexión queda abierta: la belleza jamás debería costar la salud.

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