Hace 75 años debutó el San Sebastián, segundo club de futbol profesional de León. Jugaron el 19 de agosto en Monterrey; 1-0 ganaron los Regios, que también se estrenaban en la Liga Mayor.
Un año antes, había debutado el Club León con gran éxito no solo en lo deportivo, sino en lo social. El futbol de paga provocó una pasión inmediata y generalizada en una ciudad con las emociones a flor de piel: se vivía una guerra mundial y con ella una bonanza de la industria del cuero y calzado, que a su vez se combinaba con la zozobra y agitación de la vida política, nacional y local.
En medio de esa efervescencia surgió el San Sebastián. Su mayor infortunio fue precisamente llegar un año después que los Esmeraldas. Todas las comparaciones resultan tristes. Un equipo nació para la gloria y el otro para el sufrimiento.
Mientras que León debutó goleando, los llamados Santos perdieron sus primeros tres partidos. León peleaba cada torneo por el campeonato de la Liga Mayor, San Sebastián por no quedar en último lugar. León fue el primer bicampeón del futbol nacional; San Sebastián quedó dos torneos seguidos en el sótano, el último justo cuando se creó la Segunda División.
De ahí su marca histórica más relevante en el máximo circuito: ser el primer equipo que descendió. Otro dato amargo es que nunca le ganó al León. Su única gloria fue ganar un torneo de Copa de la Segunda División; al siguiente año desapareció la franquicia.
Lo único que sí podían presumir los Santos era que tenían su propio estadio nuevo y era más grande que el “Enrique Fernández Martínez”, donde jugaba el León. El campo del San Sebastián, construido en una fracción del rancho de La Martinica, se llenó por primera vez el 27 de febrero de 1946: más de 10 mil personas pagaron su boleto para ver el derbi leonés. Empataron a dos.
En doce juegos de liga y dos de Copa entre León y San Sebastián, jamás triunfaron los Santos. La peor humillación que les impusieron los Esmeraldas fue un 9-2 en la temporada 1946-47.
El proyecto del San Sebastián -encabezado por los empresarios Alfonso Guerra y Carlos A. Obregón- parecía osado desde el apelativo. Ponerle el nombre de un santo a un club de futbol de una ciudad de arraigado catolicismo y contraria casi por naturaleza al régimen revolucionario y laico, no era cualquier cosa. Parecía un desafío.
Menos aun cuando Obregón se convirtió, en ese mismo año de 1945, en candidato a la Alcaldía postulado por un bloque opositor al partido oficial. Al año siguiente y después de la represión del 2 de enero, terminó gobernando la ciudad y marcando un hito político.
Pero no menos audaz era el hecho de levantar un estadio de concreto de la noche a la mañana. No era un asunto menor si se toma en cuenta que en Ciudad de México y Guadalajara jugaban todavía en parques de madera. Pero ni las obras achicaron la chequera de la directiva, tan pródiga como fallida en sus primeros tiempos.
Como el Club León, San Sebastián pretendió amalgamar jugadores locales amateurs, nacionales con experiencia profesional y extranjeros que marcaran diferencia. No le funcionó. Tardaron años en formar un verdadero equipo; el ir y venir de tantos elementos dejó exiguas sus finanzas y despobladas sus tribunas.
Sus mejores partidos fueron contra Guadalajara, porque la rivalidad entre ambas ciudades se extendía al campo y uniforme que fuera. También hay que decirlo: no es que el San Sebastián fuera un flan. Tuvieron sus batallas épicas y tardes alegres, aunque fueran a cuentagotas. Solo que la suerte no alineaba con ellos.
Sus mejores contrataciones, entre no pocas figuras, fueron el costarricense Francisco “Tico” Rivas -máximo anotador de la franquicia-, el argentino Juan José Novo -su otro goleador- y los mexicanos José Solórzano -extremo- y el arquero Raúl Córdoba. Con ellos tendrían sus mejores temporadas en el máximo circuito, terminando dos veces a media tabla. En esos mismos torneos (1947-48 y 1948-49), León fue bicampeón. Para entonces ya jugaban de locales en La Martinica.
El descenso de los Santos fue al finalizar el torneo 1950-51 (que también ganó el Club León). Ya en Segunda División integraron un buen equipo y perdieron su primera oportunidad de ascender al año siguiente; La Piedad los superó, pero a cambio se ganaron por fin a su propia afición. Un domingo jugaba el León de Primera y el otro el San Sebastián de Segunda.
En el circuito de ascenso tuvieron sus años más felices cuando llegó a jugar y dirigir al equipo Marcos Aurelio. El ídolo argentino tuvo como refuerzo a su joven compatriota Mario Rey (futura figura del Irapuato) y al “Tico” Rivas, que volvía al San Sebastián también en el ocaso de su carrera. Aquello funcionó en la taquilla y en la cancha. En la temporada 1956-57 se quedaron a un tris del campeonato; se los arrebató el Celaya.
Para entonces don Alfonso Guerra -que le dio todo a su equipo- ya había dejado las riendas en otras manos; en ese tiempo le vendieron el estadio de La Martinica al Club León.
Dos temporadas más sobrevivió el San Sebastián. La última la jugaron prácticamente con puros novatos. En el inter, ganaron el torneo de Copa en 1958 al derrotar en La Martinica al Politécnico Nacional (con gol de Rey a pase de Marcos Aurelio). Fue la única vez que los rayados verdiblancos alzaron un trofeo. Después de eso, sufrieron su peor derrota: el olvido.
(Foto: Tomada del archivo personal de Francisco Rivas, cortesía de la familia Rivas)