El hambre no solo afecta el estómago: también puede influir profundamente en nuestras emociones y relaciones.

El fenómeno del “hangry”, una combinación de las palabras “hungry” (hambriento) y “angry” (enojado), se ha convertido en un tema de interés en la ciencia.

Estudios recientes demuestran que el hambre puede desencadenar irritabilidad y mal humor y cambios de temperamento por una dieta restrictiva.

Pero, ¿qué sucede en el cuerpo cuando nos sentimos “hangry”?

Nuestro intestino y cerebro mantienen una comunicación constante a través del llamado eje intestino-cerebro, con el nervio vago actuando como el principal “puente” entre ambos.

GLUCOSA BAJA Y EQUILIBRIO EN RIESGO

Cuando el organismo detecta que los niveles de glucosa disminuyen, el intestino envía señales de alerta al cerebro, indicándole que es momento de buscar alimentos.

Si ignoramos esta llamada, el cerebro responde liberando hormonas de estrés como cortisol y adrenalina, desencadenando una sensación de alerta y, en muchos casos, irritabilidad.

La serotonina, conocida como la “hormona de la felicidad”, se produce mayormente en el intestino.

Cuando disminuyen los niveles de comida, también lo hace la producción de serotonina, afectando nuestro estado de ánimo.

A esta situación se suma la caída de glucosa en sangre, la principal fuente de energía del cerebro.

Sin glucosa, el cerebro trabaja menos eficientemente, afectando la capacidad de tomar decisiones y controlar las emociones, lo que intensifica la tendencia a reaccionar de forma exagerada ante situaciones triviales.

EVITA EL “HANGRY”

Estas son las estrategias para evitar el “hangry” con alimentos clave y hábitos saludables:

  • Para mantener el equilibrio emocional y evitar el “hangry”, los expertos recomiendan consumir alimentos ricos en proteínas y fibra, como verduras, garbanzos y frutos secos, que ayudan a estabilizar los niveles de azúcar en la sangre y promueven una salud intestinal óptima.
  • Además, opciones como yogur griego y bayas (fresas, arándanos) aportan antioxidantes y probióticos, esenciales para una comunicación fluida entre intestino y cerebro.
  • También es fundamental gestionar el estrés y asegurar un buen descanso.
  • El estrés crónico y la falta de sueño pueden alterar el eje intestino-cerebro, intensificando las señales de hambre y la susceptibilidad a cambios de humor.

(Texto y fotos: Tomados de Debate.com.mx)

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