Llegó como un personaje que rompía con los políticos tradicionales. Marcaba su distancia de los demás candidatos y acusaba que todos los gobernantes eran corruptos y no escuchaban al pueblo.

En su campaña condenó a todas aquellas empresas extranjeras que les “quitaban empleos” a los verdaderos trabajadores y que no dejaban beneficios para su país. Sus propuestas siempre fueron enfocadas a políticas internas. No le interesó la política exterior, excepto para atacar a las potencias económicas. Además, prometió renunciar a su salario en caso de llegar a la Presidencia. Y lo cumplió.

Donald Trump deja este miércoles la Presidencia de Estados Unidos cerrando uno de los capítulos más polémicos y – se quiera o no- más trascendentales en la historia de la nación más poderosa del mundo.

Pasarán muchos años para analizar el legado que dejó un empresario y “showman” convertido en presidente. Siempre he sostenido que, para evaluar a un presidente extranjero, nada mejor como vivir en ese país, evaluar sus políticas internas y escuchar el sentir de los diferentes sectores de la población.

Y me queda claro que Donald Trump hizo cosas bien beneficiando a muchos de sus ciudadanos al grado que más de 74 millones de estadounidenses se pronunció a favor de que se mantenga en el cargo. Pero también que su polémica manera de gobernar a base de mentiras también fue el camino para que otros 81.2 millones de estadounidenses rechazara contundentemente su permanencia (https://cnn.it/38VGDmE).

ROMPIENDO TRADICIONES

El estilo de gobernar de Trump rompió, efectivamente, con los políticos tradicionales. Pocas veces se le vio sonreír ante las cámaras, casi nunca apareció con su familia o yendo a misa, como tampoco paseando a una mascota en la Casa Blanca, tradiciones muy arraigadas entre los gobernantes estadounidenses. De hecho, fue el primer presidente en no tener una mascota en la residencia oficial estadounidense.

El tradicional evento que muestra a los presidentes estadounidenses como son, en familia y conviviendo con niños, el famoso “Easter Egg Roll” en el día de Pascua, fueron para él eventos incómodos y tediosos cada año, al menos como lo mostraron siempre las imágenes de prensa. Cuando aparecía al lado de su esposa Melania, siempre dio motivos para ser criticado por la poca cortesía que le mostró a la primera dama.

Su principal blanco de ataque fue la prensa interna que cuestionó sus políticas y dichos. A lo largo de su mandato solo tuvo palabras de elogio al medio que nunca lo cuestionó como lo fue Fox News. Su famosa frase “fake news” rondó siempre cuando la realidad superaba a su mundo ideal.

A Trump siempre se le vio contento y relajado jugando golf y en sus giras por diferentes estados de su país. En los verdes campos de golf se iba a relajar y a tirar sin la molesta presencia de políticos y las cámaras. Los mítines vespertinos ante sus partidarios fueron el mejor espacio para soltar innumerables mentiras que nunca fueron cuestionadas por su audiencia.

Este estilo de gobernar ya fue una referencia para otros gobernantes, lo quieran o no aceptar públicamente. Las mentiras y hacer ver que su país funciona alrededor de él son un precedente peligroso cuyas repercusiones aún están por verse.

Compartir