La hipertensión provoca mucho más estragos entre las personas pobres que entre los pudientes, encuentró un nuevo estudio nacional.

Los datos del ensayo clínico, que se diseñó para tratar la hipertensión (presión arterial alta), mostraron que los pobres tenían la mitad de las probabilidades de que su presión arterial se controlara a lo largo de seis años. También era más probable que murieran, y que murieran de una enfermedad cardiaca durante el periodo del estudio.

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“Sabemos que en este país existen disparidades raciales, y otras investigaciones de nuestro grupo muestran que están empeorando”, advirtió la investigadora principal, la Dra. Erica Spatz, profesora asociada de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut.

En un ensayo clínico con protocolos estandarizados, se podrían prever los mismos resultados en todos los grupos, explicó, “pero no fue así. Hubo diferencias sistémicas según la región socioeconómica”.

Las personas que vivían en la pobreza quizá tengan más factores estresantes o conductas malsanas de estilo de vida, que pueden aumentar la presión arterial y contrarrestar los efectos de los medicamentos, anotó Spatz.

“Era menos probable que esos participantes asistieran a todas las visitas del estudio, de forma que quizá haya habido menos oportunidades de ajustar sus medicamentos o fomentar otras estrategias de prevención cardiovascular”, añadió.

De hecho, las personas que vivían en áreas pobres tenían un riesgo un 25 por ciento más alto de fallecer, y un riesgo un 25 por ciento más alto de ser hospitalizadas por y de fallecer de insuficiencia cardiaca que las de áreas más ricas.

Las personas pobres también tenían unas probabilidades un 86 por ciento más altas de desarrollar enfermedad renal terminal, así como un 30 por ciento menos de probabilidades de someterse a procedimientos para abrir los vasos sanguíneos bloqueados después de un ataque cardiaco o un dolor grave en el pecho, mostraron los hallazgos.

El informe se publicó en la edición en línea de la revista Journal of the American Heart Association.

El Dr. D. Edmund Anstey, quien es miembro de cardiología en el Centro Médico de la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York, comentó que “la calidad de la atención implica mucho más que solo el protocolo de presión arterial al que se asigna a una persona”.

Las disparidades observadas en el control de la presión arterial quizá no sean un factor del medicamento, dijo Anstey, coautor de un editorial publicado con el estudio. En vez de eso, podría ser el resultado de factores complejos que afectan a las personas que viven en la pobreza, como la dieta, el ejercicio y el control del peso.

“También incluye la relación con el médico, cualquier barrera de idioma y cultura, todo lo que se relaciona con la calidad de la atención aparte del protocolo de tratamiento”, explicó Anstey.

En el estudio, Spatz y sus colaboradores observaron a un ensayo de gran tamaño que comparó la efectividad de tres antihipertensivos para mantener la presión arterial en menos de 140/90 mm Hg.

De todos los pacientes en el ensayo, el equipo de Spatz solo observó a los 13,000 residentes de Estados Unidos que participaron. De ellos, un 8 por ciento vivían en los lugares con los ingresos más bajos, y un 38 por ciento vivían en las áreas con los mayores ingresos.

Los participantes de las áreas pobres eran más propensos a ser mujeres, negros o hispanos, a tener unos niveles educativos más bajos y a vivir en el Sur.

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