Hasta hace unas semanas, la indignación que nos rodeaba eran los ofensivos desvíos de recursos del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte.

Después vino la detención de otros ex gobernadores presuntamente corruptos como Tomás Yarrington y Roberto Borge.

Estábamos atentos a ellos cuando ¡zaz! ocurrió el socavón del Paso Exprés en Cuernavaca y empezaron las exigencias de la renuncia del secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, por negligente y poco ético.
La semana pasada, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos reveló la lista de una presunta red de lavado de dinero del capo Raúl Flores, alias “el tío”, involucrando al futbolista Rafa Márquez y al cantante Julión Álvarez.

Y esta semana, una investigación periodística confirma lo que ya se había destapado desde febrero pasado: Emilio Lozoya, ex director de Pemex y ex coordinador de Vinculación Internacional en la campaña de Enrique Peña Nieto, presuntamente recibió un soborno de 10 millones de dólares de parte del consorcio brasileño Odebretch.

¿Quién sigue en esta pasarela? Mi sospechosismo me ha llevado a concluir que estos escándalos son, por una parte, venganzas priistas y, por otra, denuncias que van a quedar impunes y que los seguiremos viendo hasta noviembre del 2018, cuando concluya el sexenio.

Por supuesto que hay enorme mérito en investigaciones periodísticas como el caso de sobornos de Odebretch o el escándalo de espionaje contra periodistas y activistas por parte del gobierno federal que han escapado del control priista.

Pero basta con refrescar la memoria. ¿Recuerdan las venganzas políticas de priistas contra Joaquín Hernández Galicia, ex líder del sindicato de petroleros? ¿El encarcelamiento de Raúl Salinas de Gortari? ¿Y el de la maestra Elba Esther Gordillo?

Los priistas Javier Duarte y Roberto Borge gobernaron estados donde no ganó Peña Nieto en el 2012 y apostaría a que, pasado el sexenio, las imputaciones que les hacen se irán cayendo gradualmente.

Nada estamos ganando viendo estas venganzas y pasarelas de corruptos y escándalos. Como lo he dicho, la clase política será muy golpeada en el ciberespacio, pero las mentadas de madre en redes sociales a Peña Nieto, a López Obrador, a Margarita Zavala, a los políticos de cualquier color, jamás les quitarán el dinero público con el que viven, que es el de nuestros impuestos.

Los mexicanos seguimos sin encontrar la ruta que verdaderamente canalice el malestar y la aversión hacia la clase política. La primera piedra es el trabajo colectivo y solidario… pero ni siquiera tenemos idea de cómo ponerla.

(Foto: Tomada de noticiasmvs.com)

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