La mexicana Yolanda Rocha del Valle considera que están en una “cuarentena privilegiada”. A bordo del Diamond Princess, atracado en Yokohama, frente a las costas de Japón, ella y su esposo Joaquín esperan con paciencia e intentan mantener el optimismo el momento en que podrán bajar del crucero donde están confinados desde el 3 de febrero, cuando se detectó un caso de coronavirus, hoy identificado como Covid-19.

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El diario El Universal contactó a la mexicana que forma parte de los pasajeros que están encerrados en el crucero por los brotes de Covid-19.

La angustia crece ante el paso de los días, admite Yolanda en entrevista telefónica con el mencionado diario. “Nosotros estamos bien, con ánimos arriba, le estamos echando muchas ganas a pesar de estar confinados en una habitación de la cual podemos salir dos veces por semana o tres, cuando mucho”.

Sin embargo, el ánimo no es igual entre otros pasajeros. “Hay gente que está sufriendo claustrofobia o cierto tipo de estrés”, crisis nerviosas, comenta.

Para estos casos, detalla, se proporciona ayuda sicológica a través de un número telefónico, aunque sólo se manejan los idiomas inglés y japonés. Para los aproximadamente 14 latinos que, detalla Yolanda, viajan en el barco, es complicado, como también entender los informes que, tres veces al día, da el capitán sobre la situación. Yolanda les ayuda a traducir del inglés al español.

En este tiempo, indica, han pasado algunos sustos, incluyendo un conato de incendio por una batería sobrecalentada. Pero la mexicana, ama de casa, asegura que ella y su esposo, pensionado, están tranquilos.

“Estamos muy consentidos”, dice. A pesar de que ya llevan en el crucero desde principios de enero y de las restricciones que pasan, enumera sus ventajas: el barco cuenta con un hospital muy grande y además han subido médicos.

Elogia la extraordinaria labor de la tripulación, que les proporciona además de comida periódicos como The New York Times y el Japan Times.

Entre esa tripulación hay tres mexicanos: una joven que trabaja en el spa, otro en la cocina y otro en el room service, enlista Yolanda.

“Todos estamos sufriendo y padeciendo”, cuenta, pero la asistencia, asegura, “ha sido extraordinaria”.

Ante el temor por la escasez de medicamentos para los pasajeros con enfermedades crónicas, dice que ya les llevaron medicinas y que, de no haber las que necesitan, les proporcionan equivalentes.

Salir a cubierta no es tarea fácil. “Hay que subir 18 pisos”, cuenta, y “por las escaleras”. Deben usar tapabocas, estar en grupos pequeños y no acercarse unos a otros a una distancia menor a dos metros, pero Yolanda piensa que sería mucho peor pasar una cuarentena en otro lugar. Su única angustia es saber cuándo podrán estar con sus familias de nuevo. “Ellos están preocupados”, lamenta.

(Foto: Tomada de El Universal)

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