El ser humano del Neolítico, hace unos 6 mil años, comenzó a tratar a los perros como sus mejores amigos, enterrándolos junto a él en rituales funerarios y alimentándolos con cereales y verduras, según un estudio de las universidades Autónoma de Barcelona (UAB) y de Barcelona (UB).

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La investigación, publicada por la revista Journal of Archaeological Science: Reports, estudió los casos antiguos más numerosos de sacrificio y entierro simbólico de perros de Cataluña (noreste), donde durante el Neolítico medio se habría iniciado la generalización de esta práctica funeraria en la Península Ibérica.

El trabajo reveló que existió una estrecha relación entre las poblaciones neolíticas y estos animales, que habrían sido alimentados por los humanos con una dieta mixta muy parecida a la suya, que incluía cereales y verduras.

Según la investigadora de la UB y primera autora del artículo, Silvia Albizuri, coincidiendo con el establecimiento de la “Cultura de los sepulcros de fosa” (4200-3600 a.C.), procedente del sur de Europa, las comunidades neolíticas del noreste de la Península Ibérica iniciaron una actividad ceremonial relacionada con el sacrificio y entierro de perros.

El elevado número de casos registrados en Cataluña indica que fue una práctica generalizada y evidencia la estrecha relación que existió entre los humanos y estos animales, a los que, además de enterrar a su lado, alimentaron con una dieta muy similar a la suya, dijo.

El trabajo estudió los restos de 26 ejemplares de perros hallados en estructuras funerarias de cuatro yacimientos y necrópolis de la provincia de Barcelona, que fueron enterrados en tumbas circulares, junto con o entre los humanos, aunque también hallaron separados en tumbas próximas y en un caso a la entrada de la cámara mortuoria.

El estudio isotópico de los restos y su comparación con los de los humanos y de otros herbívoros indica que la dieta de la mayoría de los ejemplares era mixta y muy parecida a la humana, con una elevada presencia de verduras y cereales, como el trigo.

“Es escasa la presencia de perros en tumbas. Por eso se puede considerar excepcional la de esqueletos en conexión anatómica como los analizados en este trabajo”, afirmó Eulàlia Subirà, investigadora del Grupo de Investigación en Antropología Biológica de la UAB.

En la Península Ibérica se han encontrado casos más antiguos de entierros individuales aislados, pero solo se han documentado como una práctica generalizada relacionada con el ritual funerario con posterioridad, un ritual que se extendió y alargó durante centenares de años, hasta la Edad de Hierro.

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