Brasil es hoy el país más golpeado por la pandemia del Covid-19. La cifra de muertos diarios está oscilando en los 3 mil lo que habla de la gravedad de la crisis sanitaria que se vive en todo el país.

Un ejemplo de esta terrible crisis se observa en Manaos, la capital de la Amazonia brasileña.

Un reportaje de la agencia AFP relata la crisis de una familia de esa ciudad. Señala que lo peor de estar a cargo de ocho parientes con Covid-19 al mismo tiempo es tener que decidir quiénes son los que más necesitan oxigeno.

El relato es de Lais de Souza Chaves, una estudiante de Manaos, añade el reportaje.

La pandemia agobió a la ciudad a inicios de año, agotó las reservas de oxígeno en los hospitales y obligó a Lais, de 25 años, y su hermana Laura, de 23, a improvisar una unidad de cuidados intensivos en su casa, sin ninguna formación médica.

La búsqueda de cilindros de oxígeno se volvió la principal preocupación de centenas de familias. Y cuando las dos hermanas lo conseguían tenían que administrarlo entre los ocho miembros de su familia contagiados, entre los que se contaba el padre de las jóvenes, añade AFP.

Tuvieron que aprender a manejar los respiradores, a leer en los manómetros y a decidir quiénes eran los que más necesitaban la conexión de tubos para poder respirar, sin informarlo a los demás para evitar empeorar la situación.

ATAQUES DE PÁNICO

Me viene un ataque de pánico si escucho la palabra oxígeno. Todo mi cuerpo se estremece”, dijo Lais a la AFP.

En abril y mayo del año pasado, y nuevamente en enero y febrero de este año, Manaos se convirtió en la ilustración del horror que los expertos y numerosos dirigentes políticos prevén cuando urgen a la población a respetar las medidas de confinamiento, usar mascarillas y mantener una distancia prudente con los demás.

Los cementerios de la ciudad abrieron fosas comunes e instalaron camiones frigoríficos para almacenar los cadáveres en espera de ser enterrados.

La primera onda fue tan descomunal que algunos expertos pensaron que los 2.2 millones de habitantes de esta ciudad enclavada en la selva pudieron alcanzar la inmunidad de rebaño.

La segunda ola demostró cruelmente que esa hipótesis estaba errada.

SURGE VARIANTE BRUTAL

Los expertos sospechan ahora que el brutal rebrote pudo deberse a una variante local del virus, conocida como P1, mucho más contagiosa que la cepa inicial.

En diciembre, esa “variante brasileña” fue detectada en 51 por ciento de los pacientes diagnosticados con covid en Manaos. En enero, el porcentaje llegó a 91.4 por ciento, según los investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz).

A inicios de febrero, Manaos llegó a registrar 110 muertos por día en promedio semanal, casi el triple que durante la primera ola.

COLAPSA SISTEMA DE SALUD

La falta de camas en las unidades intensivas dejó a los pacientes librados a sí mismos.

No solo el sistema de salud colapsó. También hubo falta de insumos y de oxígeno. Fue algo dramático, desesperante”, dijo la doctora Adele Benzaken, una consultora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), basada en Manaos, su ciudad natal.

“No tienes idea lo que es ver familiares corriendo para procurarse un cilindro de oxígeno. Había peleas en los lugares donde los vendían”, recuerda la profesional.

“Era un clima de guerra. Yo nunca estuve en una guerra, pero tuve la sensación de desorganización que puede haber después de un bombardeo, cuando la gente no sabe qué hacer y [en los hospitales] todos se agitan y se desesperan para salvar vidas”, explica.

OXÍGENO A PRECIOS DE ORO

El padre de Lais y Laura, el técnico de enfermería Marcio Moraes, de 43 años, fue el primero en la familia en contagiarse.

Recibió los primeros tratamientos en el hospital, pero fue rápidamente enviado a su casa, por falta de camas.

Sus hijas pidieron prestado 6 mil reales (unos mil dólares) y compraron un pequeño cilindro de oxígeno.

Pronto otros familiares contrajeron la enfermedad y la casa se convirtió en un sanatorio.

A pesar de las donaciones de amigos y vecinos, las jóvenes estiman que tuvieron que pagar unos 20 mil reales en expensas médicas, principalmente para comprar oxígeno.

En el auge de la crisis, en enero, el precio del cilindro de 50 litros subió de mil a 6 mil 500 reales, con el florecimiento de un mercado negro.

Los cargamentos de oxígeno y los depósitos en los hospitales requirieron custodia policial.

Algunos estafadores no dudaron en pintar de verde los matafuegos, para venderlos como botellas de oxígeno.

EXPERIENCIAS ATERRADORAS

Otros ‘manauenses’ describen experiencias aterradoras en los hospitales.

Josimauro da Silva, un mecánico de 57 años, diabético, fue internado con síntomas severos de Covid.

Pero después de pasar la noche en el corredor de un hospital con más de 100 enfermos esperando tratamiento, llamó a su hija Jessica y le pidió: “¡Sácame de aquí lo más rápido que puedas o moriré en este lugar!”.

Le contó que no había camas, no había oxígeno, no había médicos ni personal de enfermería para atender a tantos pacientes.

Jessica, de 22 años, empezó a ocuparse de él. Una tarea agobiante, que apenas deja tiempo de alimentarse y dormir.

“Me convertí en una zombi”, cuenta la mujer.

Su padre usó 20 cilindros de 50 litros en los primeros 21 días de tratamiento. Logró pagarlos gracias a donaciones de familiares y amigos.

(Fotos: Tomadas de la agencia AFP)

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