La primera vez que escuché el nombre de Javier Usabiaga Arroyo fue en el año de 1995 durante la segunda campaña de Vicente Fox por la gubernatura de Guanajuato. Me encargaron reunirme con él para organizar un evento con gente del campo en el municipio de Juventino Rosas. No tenía la menor idea de que mi vida quedaría ligada años después a la de ese gran ser humano.

Uno de los primeros logros de Fox fue convencerlo para que se integrara al Gobierno del estado y creara la secretaria estatal de Agricultura, algo que no fue fácil ya que en ese entonces ya era reconocido y respetado en el ámbito empresarial dentro y fuera de México. Creo que ahí fue donde encontró la forma de regresar algo de lo mucho que Dios le había dando como él solía decir. Durante esos años del gobierno escuchaba de mucha gente historias éxitos que tuvo como empresario y como servidor público, pero sobre todo de su inmensa generosidad con la gente que lo buscaba para pedirle ayuda, fueran estos amigos, empleados, conocidos e incluso desconocidos. Sin duda era un hombre inmensamente generoso.

En el año 2000 fue convocado a encabezar el equipo de transición del Gobierno Federal en materia agropecuaria siendo este uno de los hombres que más sabía del campo en México. Posteriormente fue nombrado secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación.

Por razones del destino tuve un encuentro con él y acordamos que lo apoyaría en ese proceso de transición mientras las cosas se acomodaban y se definían las posiciones a las cuales yo aspiraba. Lo que no sabía es que ese fue solo el comienzo de un viaje a su lado físicamente que duró al menos 6 años y en el corazón al día de hoy.

A mis 26 años me dio la responsabilidad de ser director general en la oficina del secretario de estado. Con el tiempo supe que confiaba en los jóvenes y gustaba de invertir sus propios recursos en su capacitación en las mejores universidades del país y del mundo como fue mi caso. Me enteré que al hijo de un regador de uno de sus ranchos lo mandó a la escuela del futbol club Barcelona becado y al hijo de otro empleado a una universidad de Estados Unidos. También a otro de un caporal de otro de los ranchos lo mandó a España a estudiar para torero. “La capacitación vale más que el dinero”, decía. Otra de sus frases favoritas era: “Fer, en cualquier proyecto debes tener primero a la persona que lo va a encabezar si quieres que sea exitoso”.

Durante esos años viajamos más de 1,000 horas en vuelos privados, en la mayoría de ellos grupos muy reducidos de personas cuando no solos. En esos momentos me regalaba una inmensidad de historias, lecciones de vida, compartíamos planes, en lo corto utilizaba frases que le atribuía a su padre y que ejemplificaban claramente su forma de actuar y vivir.

Dicen que a la gente que hace las cosas por amor no le gusta que se mencionen las buenas acciones que realizan. Los domingos, sin exagerar, había filas de gente que lo buscaban en su oficina para pedir ayuda, “no les resolveré todo, pero con las manos vacías no se van”, me confió en algún viaje.

Hombre recio, disciplinado, forjado en el trabajo, fiel a sus valores y principios también a sus seres queridos.

Hace un año, recibí la invitación de asistir a impartir una plática en Celaya. Mi gran sorpresa fue que al final del salón el estaba ahí como siempre discreto. Sus generosas palabras fueron: no me podía perder esto.

Tuve la oportunidad de cruzar unas líneas con él hace un par de semanas y expresarle el agradecimiento, respeto y cariño que le tengo, además de decirle que en buena medida hoy soy la persona que soy por él.

Desde aquí un fuerte abrazo a todos sus seres queridos, hijos, esposa, familia, amigos y a mi querido amigo Jorge Reyes.

Este país necesita más gente como él.

Javier Usabiaga Arroyo

QEPD

fernandomacias@direxion.mx

 

Compartir