Sin duda, el COVID-19 es un problema que tiene varias aristas. Para empezar, el de la salud pública, ya que pone al descubierto la capacidad o incapacidad en los diferentes niveles de gobierno para atender el tema.

En cuanto a la parte económica, nos muestra qué tan vulnerables somos como sociedad en toda la extensión de la palabra. Las consecuencias, al parecer, ni siquiera las imaginamos, ya que se está afectando a toda la cadena, desde la producción hasta el consumo.

La mayoría de los mexicanos viven al día y, si no generan ingresos para cubrir al menos sus necesidades básicas, se pueden ver orillados a recurrir a cualquier método para generar el sustento familiar. Aquí es donde entra la responsabilidad del gobierno en sus tres niveles, y donde se verá de qué están hechos y el tamaño de su capacidad y compromiso con la gente.

Suponiendo que el gobierno sea efectivo en sus acciones, no alcanzará para que la mayor parte de la población tenga al menos lo básico necesario para sobrevivir. Es aquí donde entra el verdadero actor, ese que en ocasiones se nos olvida que existe, que se esconde por diversas razones, pero que ya ha demostrado su solidaridad y generosidad en los momentos de la verdad.

Me refiero a la sociedad civil, al ciudadano de a pie, el que se puede quitar la camisa para dársela a quien mas lo requiere, que ayuda desde lo mas profundo de su ser, sin esperar nada a cambio.

Si resurge la sociedad civil, como estoy seguro que pasará en este momento de la verdad, habrá valido la pena esta pandemia que, sin duda, nos convertirá en una sociedad más humana y sensible que en cualquier otra generación.

Quizás este es el mensaje que nos quiere comunicar el coronavirus.

fernandomacias@direxion.mx

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