Cuando recién iniciaba mi vida profesional en los medios de comunicación, a mediados de los años 80, escuchaba al director editorial de la edición vespertina de Ovaciones elogiar al corresponsal de un estado del norte del país por “ganar las exclusivas”.

Años más tarde, ese corresponsal fue encarcelado debido a sus presuntos nexos con delincuencia organizada.

En abril de 1993, estalló otro escándalo en el mundo del periodismo mexicano cuando el titular de la entonces llamada Procuraduría General de la República (PGR), Jorge Carpizo, dio a conocer una lista de “narcoperiodistas” que involucraba a uno de los “compañeros” de Excélsior, medio para el cual trabajaba en esos años. (https://bit.ly/3lOjF4w).

Ese periodista sí marcaba distancia de los demás que cubrían otras fuentes, pues era conocido por llevar autos último modelo, además de que le gustaba desafiar a los jefes inmediatos.

A principios de los años 2000, ya en otro medio de circulación nacional -El Universal-, al término de una junta editorial el subdirector fue informado que un periodista había sido ejecutado. Y lo primero que respondió fue preguntar “¿era de los periodistas buenos o malos?”.

Si bien estos hechos de los cuales fui testigo directo nos ubican en un contexto totalmente diferente, sí son un recordatorio de que hoy los periodistas enfrentan tres retos más serios que antes para desempeñar su labor: primero, su integridad física; segundo, conservar su empleo en la peor crisis económica en la historia de los medios; y tercero, la nula existencia de mecanismos que defiendan su trabajo.

Tan crudo como real, el extinto periodista Javier Valdez Cárdenas documentó cómo medios de comunicación daban estímulos -o dan, quiero pensar- a aquellos que más notas policiales consiguieran; mientras más sangrientas, mejor pagadas.

Para nadie es un secreto lo mal pagados que están los periodistas que cubren la nota diaria y que hoy, lo que más les interesa es generar información exclusiva y conservar sus puestos de trabajo.

Los medios de comunicación han despedido a miles de reporteros en todo el país por la crisis económica a la que se suman los ataques -casi diarios- desde la silla presidencial contra la prensa escrita.

GANAR LA NOTA EN GUANAJUATO

La semana pasada, Guanajuato consignó la muerte de un joven reportero en el municipio de Salamanca. El periodista, con la adrenalina por cubrir la nota roja, fue abatido a tiros por ser el primero en cubrir el hecho.

Por supuesto que Israel quería ganar la nota, por supuesto que quería conservar su trabajo y cumplir con su labor periodística, pero hoy es el número siete de los comunicadores abatidos solo en este 2020 (https://bit.ly/3f5O1gH).

¿Qué puede esperar a los demás reporteros que están en el terreno cubriendo la información no solo en Guanajuato, sino en todo el país? La respuesta es poco alentadora.

Guanajuato cumplió y esclareció el crimen deteniendo a dos presuntos asesinos de Israel, pero es la excepción: el 99 por ciento de las agresiones a periodistas quedan impunes, según documentó la organización Artículo 19 (https://bit.ly/32PNYke).

Y a esto hay que sumarle que el “Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas” fue desaparecido por el actual Gobierno Federal.

Sí, este es el peor momento para desempeñar la labor informativa, pero será peor dejar de informar lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.

(Foto: Tomada de Animal Político)

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