Más de un mes y medio llevan desaparecidos cuatro hombres. Su familia quiere noticias de ellos, aunque sean malas.

Se los llevaron de día, a la vista de todos en León, Guanajuato. Como en una película. Un comando a bordo de tres camionetas aceleró sobre el bulevar Antonio Madrazo desde la esquina de Las Torres, y se detuvo frente al depósito de cerveza donde trabajaban Cristóbal, Roberto, Sergio y Francisco.

El 8 de septiembre de 2017 la vida cambió para cuatro familias leonesas que no han encontrado ni consuelo, ni a sus hombres.

“Eran como las 4 de la tarde cuando llegaron unos tipos con armas largas, tres camionetas grandes se paran y se bajan armados. Aquí estaban algunas personas. Se llamó al 911 a los segundos que se los habían llevado y solamente llegaron unas patrullas que se quedaron observando”, relata Maricela, hermana de Cristóbal Lara Mora, de 43 años de edad.

Más de un mes y medio después no hay ni respuestas, ni pistas que permitan dar con su paradero. El sentimiento es una mezcla de impotencia, angustia e intranquilidad.

A los familiares les queda la duda de por qué no se usaron las herramientas del Proyecto Escudo para monitorear lo que registraron las cámaras.

Y aunque les han dicho que esas imágenes ya son parte de la investigación, nadie se las ha mostrado. Tampoco les dan copias del expediente.

“Nos dicen lo mismo, lo mismo siempre, que están avanzando y nos enseñan el poco avance que va, pero nosotros queremos más, que los busquen”, exige Heriberta Arrona, esposa de Cristóbal.

Además de la denuncia ante la Región “A”, de la Procuraduría General de Justicia de Guanajuato, ya tocaron la puerta de varias instituciones como la Procuraduría de los Derechos Humanos del Estado y de la Procuraduría General de la República.

Pero de poco ha servido para encontrar también a Sergio Fernando Reyna Jaime, de 38 años, y Francisco Javier Domínguez Ornelas, de 52.

“A lo mejor es el crimen organizado quien se los llevó por la forma en que actuaron”, explica Sofía Ávalos, madre de Roberto Emilio Ortega Ávalos, de 21 años, quien era repartidor en el depósito de cerveza y refresco.

Además, han hecho manifestaciones para presionar a las autoridades encargadas de investigar y que el caso no se olvide.

“Se nos ocurrió lo de la marcha porque ya es una desesperación total. Somos familias desesperadas, destrozadas”, platica sin quitarse los lentes negros que tapan unos ojos que han llorado más que nunca.

Todos descartan el secuestro ya que hasta ahora no han recibido llamada alguna exigiendo rescate.

El 14 de septiembre, la PGJE detuvo a unas personas que podrían estar relacionadas. Testigos identificaron a por lo menos tres que actualmente llevan su proceso en el municipio de Valle de Santiago.

De este hecho se desprende que en una casa por la zona del Campestre hallaron posesiones de los levantados, pero ahí se estancan las investigaciones.

“Que nos los regresen, estamos desesperados, si hay algo que arreglar pues se puede arreglar, hablando se pueden entender las personas. Hay hijos desesperados, padres…. Piensen un poco en las familias”, exhorta Maricela.

Mientras tanto, Sofía ha tenido un sueño recurrente. Sueña que su hijo llega con una sudadera vieja y tapado con la capucha, que lo abraza y que lloran juntos. Al despertar no hay nada de Roberto Emilio, ni la sudadera, ni el abrazo… Sólo las lágrimas, las más amargas que ha derramado en su vida.

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