Los recientes enfrentamientos entre Israel e Irán marcaron más que un nuevo episodio en la tensión militar de Medio Oriente: trazaron una línea divisoria en la comprensión global del poder, la violencia y la tecnología bélica. Pero detrás de las estrategias y el dominio aéreo, persiste una pregunta de fondo: ¿qué clase de humanidad estamos construyendo cuando la guerra se normaliza como herramienta de control? Una guerra en tres frentes El pasado 13 de junio, Irán respondió con una ofensiva masiva tras semanas de tensiones acumuladas: lanzó más de 150 misiles y 100 drones hacia territorio israelí, dentro de su operación “True Promise III”. La respuesta israelí no se hizo esperar. Bajo el nombre “Rising Lion”, ejecutó un ataque quirúrgico y sin precedentes sobre territorio iraní, con bombardeos que destruyeron instalaciones nucleares, fábricas de misiles y centros de mando. Con inteligencia encubierta del Mossad y tecnología de guerra híbrida, Israel logró lo que Rusia aún no puede en Ucrania: establecer control total del espacio aéreo enemigo. Según diversas fuentes, se destruyó aproximadamente un tercio de los sistemas de lanzamiento iraníes, dejando cientos de muertos y heridos, entre ellos civiles, líderes militares y científicos. En Israel, aunque las defensas interceptaron la mayoría de los proyectiles, hubo más de 20 civiles muertos y decenas de heridos. Ambas poblaciones pagaron el precio de una confrontación que continúa sin visos de resolución. Can’t believe Iran did this to Israel. Only barbarians would cause this level of destruction… Wait, I’m being told this is Gaza. Forget I said anything xpic.twitter.com/Y0vE8KBNTS — Normal Island News (@NormalIslandNws) June 14, 2025 El otro frente: Gaza, la herida abierta Aunque la atención internacional se centró en el intercambio directo entre Israel e Irán, es imposible ignorar que el conflicto se desarrolla en paralelo con la ofensiva militar israelí sobre la Franja de Gaza, iniciada meses antes. Desde octubre de 2023, más de 35,000 palestinos han muerto, la mayoría civiles, en lo que diversas organizaciones humanitarias y juristas internacionales describen como una posible limpieza étnica. Hospitales, escuelas, campos de refugiados y corredores humanitarios han sido blanco de bombardeos, mientras la población civil, atrapada y desplazada, sufre un colapso humanitario absoluto. Este contexto coloca a Israel no solo como una nación que se defiende, sino también como una potencia que ha ejercido violencia sistemática sobre poblaciones ocupadas, con un saldo que supera con creces las cifras de los actuales ataques iraníes. La contradicción es brutal: quien acusa de terrorismo, también ha ejercido el terror desde el aire y el hambre sobre millones. Rusia, el tercero en discordia Mientras tanto, Rusia condenó las acciones israelíes como “no provocadas e inaceptables”, a pesar de mantener estrechos lazos militares con Irán. Moscú se ha limitado a ofrecer mediación, sin deslindarse de su propio historial de ocupaciones y ataques en Ucrania, Siria y otros puntos del mapa. En este triángulo de intereses, cada actor mide su participación no por principios éticos, sino por cálculo geopolítico. Tecnología, superioridad y dilemas morales El conflicto también representa un antes y un después en la forma de hacer la guerra. Los ataques ya no requieren ejércitos visibles: bastan satélites, drones y agentes encubiertos. La superioridad militar israelí, exhibida con precisión quirúrgica, reconfigura el mapa de poder en la región. Pero esa misma eficacia genera un dilema: ¿qué nos dice de una humanidad que puede ejecutar operaciones complejas con total éxito técnico, pero fracasa en evitar el sufrimiento humano? 🇮🇷🇮🇱‼️ | ÚLTIMO MINUTO — Irán advierte que esta noche los ataques contra Israel serán “aún más duros” y promete una escalada sin precedentes.pic.twitter.com/e3A9IqGHJC— UHN Plus (@UHN_Plus) June 16, 2025 La empatía como única defensa real Más allá de la tecnología, los intereses cruzados y los discursos diplomáticos, sigue habiendo un elemento inalterable: las víctimas. Madres que lloran en Gaza, familias destrozadas en Teherán, niños con ansiedad crónica en Tel Aviv. La guerra —en cualquiera de sus formas— es un espejo de lo peor y lo más crudo de nuestra especie. Suponer que una victoria militar puede justificar el dolor civil, equivale a perder la brújula moral. Conclusión Israel ha demostrado una capacidad bélica extraordinaria. Irán ha reafirmado su rol de actor dispuesto a responder con fuerza. Rusia observa y se alinea estratégicamente. Pero nada de eso detiene la pérdida de vidas, la destrucción de hogares, ni el colapso de sociedades enteras. El conflicto entre Estados no puede seguir ocultando la urgencia de volver al centro: las personas. La guerra seguirá mutando, pero la única vía para superar su lógica seguirá siendo la más antigua y olvidada: la empatía. Compartir Navegación de entradas Segundo Encuentro Nacional de Danza Folklórica realizado en Irapuato todo un éxito Trump de nuevo ampliará sus “restricciones” migratorias a 36 países adicionales