Cualquier corresponsal mexicano o de Latinoamérica acreditado en Washington, DC., siempre dirá que, mientras no aparezcan notas de sus países en las primeras planas de los principales diarios de circulación nacional, las relaciones bilaterales con sus países “navegan” en aguas tranquilas. La preocupación, como dijo alguna vez el ex corresponsal de El Universal en la capital estadounidense, José Carreño Figueras, viene cuando aparecen notas de México en la portada, para bien o para mal.

La semana que concluyó ninguno de los grandes medios estadounidenses consignó al día siguiente en sus portadas la cumbre de los presidentes de Estados Unidos y México, Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Sin embargo, México sí fue noticia -y para mal- antes y después de la visita del mandatario mexicano: los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) reportaron que más de 100 mil estadounidenses fallecieron por sobredosis de drogas en un año, principalmente por fentanilo, producida desde México.

Desde hace décadas, tres temas dominan la relación de Estados Unidos con México: tráfico de drogas, migración e intereses económicos. En todos, la prensa estadounidense ha consignado puntualmente qué ocurre en México y en qué sí y en qué no ha cooperado ahora el gobierno de López Obrador con respecto a estos asuntos tan cruciales como espinosos. Al hacer un balance de la cumbre tripartita, el tabasqueño solo habló de lo que para él fue positivo.

FOCOS ENCENDIDOS

Los medios estadounidenses están reflejando la seria preocupación que impera en Washington por la imparable invasión del fentalino mexicano. Los focos rojos están encendidos por los pocos resultados que está entregando México en el combate a las drogas. Apenas el sábado, la columnista de Reforma, Peniley Ramírez, citó el testimonio más contundente de la “política” mexicana contra las drogas y fue el de la investigadora del Instituto Brookings de Washington, Vanda Felbab-Brown, ante el Senado estadounidense:

“La violencia y el crimen (en México) no va(n) a decaer si el gobierno simplemente entrega los territorios y dominios económicos a los actores criminales o renuncia a su responsabilidad de contrarrestarlos. Estos desarrollos perniciosos han caracterizado a la administración de Andrés Manuel López Obrador.

“Durante 20 años nunca había visto tantos territorios, poblaciones y oficiales de gobierno intimidados por los grupos criminales, sintiendo que no tienen suficiente respaldo del gobierno desde la Ciudad de México. Se ha incrementado el número de grupos criminales que están cooptando oficiales del gobierno en agencias del gobierno mexicano”.

Haya o no tomado nota de este testimonio, el gobierno mexicano recapturó la semana pasada a Rosalina G., esposa de Nemesio Oseguera Cervantes, “el Mencho”, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación. La respuesta del crimen organizado fue, como era de esperarse: colgados en puentes, secuestros y ataques coordinados en varios estados, incluido Guanajuato. ¿Sabrá realmente el presidente en qué ha metido a México con su “estrategia” de “abrazos, no balazos”? ¿Entenderá que con detenciones como estás en vez de solucionar, profundiza la violencia en el país que sigue en niveles nunca antes vistos en los tres primeros años de un mandatario mexicano? ¿Sabrá que, después de que aparecieron los colgados en Zacatecas, renunciaron las policías de al menos seis municipios de ese estado?

Pero sin duda, la gran pregunta es ¿si decide cambiar de estrategia y enfrentar violentamente a los carteles de la droga, hasta dónde llegará el baño de sangre en un país ya anegado? El tiempo apremia y sigue siendo un misterio cómo López Obrador convencerá a su socio comercial del norte de que su “estrategia” funciona. Desde marzo, el jefe del Comando Norte de EU emitió la alerta: “el crimen controla entre 30-35 por ciento del territorio mexicano”. Y eso que aún no había renovación de municipios ni gubernaturas.

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