Si hay algo que disfruto de ser mexicana son las tradiciones que mi país ofrece, y si me das a escoger entre la que más me gusta, sin dudar te diré que es “El Día de Muertos” mi tradición favorita.

¿Por qué? La razón es simple; disfruto ver cómo las personas conmemoran no tanto a la muerte, sino a la vida de quienes ya no están.

A veces escucho la frase “Los mexicanos no le temen a la muerte, al contrario, la celebran”, y quizá hay algo de razón en esa frase, sin embargo, desde mi perspectiva, no celebramos a la muerte, conmemoramos que alguien vivió, porque sí celebráramos a la muerte nadie le temería, y en la mayoría de los casos cuando llega el momento, nadie se quiere ir.

Analizando los altares este año, me percaté de la importancia que tienen tus vínculos afectivos no sólo en tu vida, sino también en tu muerte, pues serán los que se queden aquí quienes te pondrán en la ofrenda, o no.

Eso me hizo cuestionarme ¿Estaré yo en una ofrenda?, cómo he escrito con anterioridad, nunca he sentido ser merecedora de llanto en mi muerte, de esta manera, puedo decir que no me importaría estar o no en una ofrenda? ¿O sí?

Cuestionando a las personas a mi alrededor con la pregunta ¿por qué pones a fulanita en el altar? Respondían “por preservar la tradición”, y quiénes han puesto a personas que conocieron en vida complementaban su respuesta refiriendo a la importancia que la vida de esa persona tuvo en la suya. Personas que les marcaron, les enseñaron, y les hicieron sentir amor de alguna manera.

Ahora ya no sé si realmente no me afecte estar en la ofrenda, parece ser que los pasos son más complicados de lo que esperaba.

La verdad, no hay una guía para estar en el altar de muertos, puedes ser mala persona ante los ojos de alguien, y a pesar de ello estar en la ofrenda de quien no te veía “tan mal”.

Quiero decir, aquel joven que murió luego de violar a su vecina de 5 años, a simple vista merece no estar en la ofrenda, pero… Su madre lo pondrá.

Así que quizá tengo una oportunidad, quizá sí estaré en la ofrenda algún día.

Por: Andrea Sánchez

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