En enero de 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) renovó su estrategia en la batalla contra uno de los mayores desafíos nutricionales de nuestro tiempo: el consumo excesivo de sodio.

Las nuevas directrices proponen una transformación en nuestro uso cotidiano de la sal, recomendando el cambio de la sal común por alternativas bajas en sodio, consigna el informativo alemán DW Español.

Los datos que impulsan esta iniciativa revelan un panorama alarmante en nuestra relación con el sodio.

Cada año, 1.9 millones de vidas se pierden debido a complicaciones relacionadas con su consumo excesivo, una cifra que persiste a pesar de décadas de campañas educativas y esfuerzos internacionales.

El consumo medio mundial actual de 4.3 gramos de sodio diarios representa más del doble del límite de 2 gramos establecido por la OMS, evidenciando una brecha significativa entre las recomendaciones científicas y nuestros hábitos alimentarios arraigados.

RIESGOS PARA EL CORAZÓN

El sodio es un mineral esencial para el organismo, pero su consumo excesivo desencadena una cascada de efectos perjudiciales para la salud.

Según explica la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, cuando hay demasiado sodio en la sangre, los riñones se ven sometidos a una presión adicional.

El cuerpo retiene más agua para diluir el exceso de sodio, lo que aumenta el volumen sanguíneo y, consecuentemente, la presión arterial.

Este proceso obliga al corazón a trabajar más, lo que puede derivar en daños en los vasos sanguíneos y contribuir a infartos, derrames cerebrales e insuficiencia cardíaca.

Los riesgos del exceso de sodio no se limitan al sistema cardiovascular. La investigación científica ha identificado su relación con otras condiciones de salud significativas, incluyendo la osteoporosis por la pérdida de calcio en la orina.

Además, el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer ha establecido una conexión entre el consumo de alimentos con alto contenido en sal y un mayor riesgo de desarrollar cáncer de estómago, ampliando así el espectro de preocupaciones asociadas con este mineral.

LA ALTERNATIVA SALUDABLE

La principal alternativa propuesta es la sal enriquecida con potasio, donde parte del cloruro de sodio se sustituye por cloruro de potasio.

Esta opción resulta especialmente beneficiosa, ya que mientras la mayoría de la población consume exceso de sodio, muchos no alcanzan los niveles recomendados de potasio, establecidos por la OMS en 3.5 gramos diarios.

La sal enriquecida con potasio ofrece una ventaja fundamental al poder sustituir directamente a la sal común sin necesidad de grandes adaptaciones.

Tiene el mismo aspecto, funciona igual como condimento y en recetas, y la mayoría de las personas no perciben diferencias significativas en el sabor.

MENOS SABROSA LA COMIDA

Esto resulta especialmente relevante porque, como explican Xiaoyue Xu y Bruce Neal en The Conversation, uno de los mayores obstáculos para reducir el consumo de sodio ha sido que “la dificultad radica en que comer menos sal implica aceptar un sabor menos salado”.

La efectividad de esta alternativa se confirma en los datos, ya que, en el mayor ensayo realizado hasta la fecha, más del 90 por ciento de los participantes continuaban usando la sal enriquecida con potasio cinco años después.

Sin embargo, la transición hacia estas alternativas enfrenta varios obstáculos. El principal es el económico: la producción de cloruro de potasio es más costosa que la de cloruro de sodio.

Una revisión de 2021 reveló que las sales bajas en sodio solo se comercializaban en 47 países, principalmente de renta alta, con precios que oscilaban entre el mismo costo que la sal común hasta 15 veces más.

Además, aunque la sal enriquecida con potasio es segura para la mayoría de la población, según la OMS, las personas con insuficiencia renal avanzada deben evitarla, ya que podrían desarrollar hiperpotasemia, una condición que conlleva sus propios riesgos para la salud.

(Fotos: Tomadas de DW Español)

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