Todos aquellos que en algún momento recorrimos los pasillos de Ciudad Universitaria o de las ENEP’s de la UNAM identificábamos fácilmente qué tipo de ideología o de pensamiento tenían los alumnos matriculados en las diferentes carreras. Por ejemplo, los estudiantes de la Facultad de Derecho siempre estuvieron identificados con el PRI. Los de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y los de Economía y Ciencias siempre fuimos vistos como la izquierda dura, radical. En el otro extremo, se etiquetaba a los alumnos de la Facultad de Ingeniería, Arquitectura o Ciencias Químicas, por mencionar algunos, como moderados o, por llamarlos en ese entonces, “panistas”.

Es inconcebible que a estas alturas el presidente López Obrador, un egresado de la FCPyS, describa -y pretensa insultar- hoy a la UNAM como un centro de estudios “neoliberal”, “derechista” e incluso “conservador”, exhibiendo además qué tan estancado se quedó en esa época universitaria que, sin duda, marcó para siempre a todos los pasantes. Un estudiante sin ideología simplemente no tiene cabida en la máxima casa de estudios. La misión de todo docente es impartir cátedras con una visión nacional -como lo dice su nombre- y con autonomía y libertad. Y la de los pasantes es aprender y ejercer sus conocimientos. Así de simple.

El problema radica en que el presidente, como suele ocurrir en casi todos sus diagnósticos de los problemas nacionales, vuelve a equivocarse al aferrarse a que la vida laboral de todo egresado de la UNAM tiene que girar en torno a la ideología -de izquierda para él- como lo ha hecho a lo largo de su vida. Al vivir siempre a expensas del dinero público, parece no entender que en este país solo una minoría vive de la grilla y del erario dirigiendo mensajes con una ideología formada desde las aulas universitarias y que además nunca la ha adaptado a estos tiempos.

EJERCIENDO CON IDEOLOGÍA

Quienes llegamos a concluir estudios en la UNAM y en las instituciones de educación superior sabemos perfectamente que, para ejercer, efectivamente se lleva una ideología, pero estas tienen que adaptarse a las necesidades del entorno. Un egresado de la Facultad de Medicina, por ejemplo, no cura al paciente con grilla, pero nunca dudará en atender a enfermos de comunidades marginadas. Un ingeniero recién egresado no se la pasará sermoneando a los habitantes de un poblado aislado diciéndoles que su condición es culpa del pasado y preferirá no construirles un puente.

Por supuesto que siempre habrá excepciones y diferencias entre los egresados en la manera de ejercer o no su profesión, como ocurre en numerosos casos. Pero si hay algo que transmite la UNAM a sus pasantes y académicos es la sensibilidad social, independientemente de la carrera que hayamos cursado. Es absurdo y ridículo que hoy López Obrador generalice y tache a todos los egresados como “neoliberales” sin ni siquiera voltear a ver todo lo que han aportado sus egresados al país, desde el ámbito social, económico, científico, cultural, arte, deportivo, etcétera, etc.

Pero sí es comprensible la opinión y postura de un personaje que tardó 14 años en concluir su carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la FCPyS y que, siendo estudiante universitario, se afilió al PRI, como está documentado en todas sus biografías.

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