Si hay algo que ha destacado de las mujeres feministas mexicanas en los últimos años ha sido su congruencia y convicciones en las conmemoraciones del Día Internacional de la Mujer.

Sin ir muy lejos, en la marcha del 2017, penúltimo año del gobierno de Enrique Peña Nieto, la consigna de alrededor de 3 mil mujeres que marcharon (siempre refiriéndome en la capital del país) fue “vivas se las llevaron, vivas las queremos” . Marcharon del Hemiciclo a Juárez al Zócalo y las cifras extraoficiales marcaban al menos el doble de asistentes.

En el último de gobierno del priista las crecientes cifras de feminicidios llevaron a elevar aún más la voz esa fecha conmemorativa y la exigencia desde el Ángel de la Independencia hasta el Centro Histórico fue “fin a la violencia machista”  y “justicia” para todas las víctimas de los feminicidios.

Por eso no debe sorprendernos que, si nos remontamos al 2017 -y me ubico desde esa fecha para no extenderme mucho-, la situación no ha cambiado mucho: los reclamos y consignas podrán cambiar de nombre, pero la esencia es la misma: basta a los abusos y a la impunidad en los feminicidos; la exigencia es contundente para castigar a los responsables y al mismo tiempo un reclamo justo a favor de la igualdad de derechos.

Pero hoy cuando se topan con un gobierno cerrado que evade responder directamente a sus reclamos y que opta más bien por acusar al pasado y decir que es un movimiento importado, ajeno a las mexicanas y que detrás “hay conservadores”, entonces la furia es más que justificable y razonada.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, un obsesivo por dominar la agenda pública nacional, culpa a la prensa, a los conservadores, a “nuestros enemigos” y a los “fifís” cuando lo supera la realidad en asuntos como la pandemia, la corrupción al interior de su gobierno, la creciente violencia y la opacidad en obras públicas, solo por mencionar algunos temas.

Pero cuando no hay una cabeza visible a quien culpar al momento de enfrentar un tema incómodo, como el movimiento feminista, entonces entra en una serie de argumentos absurdos que, en vez de calmar, polariza y enfurece más a las mujeres defensoras de sus derechos.

“LAS HIJAS AL PENDIENTE”

Al referirse al movimiento feminista evidencia el poco entendimiento hacia las mujeres mexicanas de hoy. Ha repetido una y otra vez la romántica idea de que las “hijas siempre están pendiente de los padres”.

O, como ocurrió en mayo del año pasado, cuando soltó que “no se ha incrementando la violencia” de género en la pandemia, pues “no ha habido aumento de denuncias”.

Estos dos antecedentes hoy son pequeñeces ante la afrenta que acaba de cometer al apoyar como candidato de su partido a un sujeto acusado de violador y abusador de mujeres en el estado de Guerrero, además de mandar colocar vallas frente al Palacio Nacional con el argumento de que “es un muro de la paz”.

¿Ser conservador es condenar sus dichos sobre el papel de la mujer mexicana, repudiar su respaldo a Félix Salgado Macedonio y condenar enérgicamente una valla para marcar distancia de las voces y justos reclamos feministas?

No, señor presidente, estoy seguro que somos millones de hombres mexicanos de todo el país quienes condenamos la impunidad, apoyamos las causas justas de las mujeres y valoramos sus contribuciones diarias, porque las tenemos cerca, porque trabajamos y convivimos con ellas y las valoramos cada día. Y no, no soy “conservador”.

(Foto: Tomada de Elizabeth Ruiz, diario Reforma)

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