Son incontables las veces que en mi infancia, niñez, adolescencia o inclusive en mi etapa adulta, me fue dictada la mentada frase: “Calladita te ves más bonita”.

Al menos desde mi experiencia personal, no ajena a la situación de muchas mujeres, esta frase marcó muchas etapas, pues con el paso de los años ante las preguntas “sin explicación”,  un incómodo “cuestionamiento”, o al emitir una opinión “no propia de una dama”, la famosa frase siempre aterrizaba, generando por consecuencia un dolor de estómago y un nudo en la garganta,  años de lágrimas, incomprensión, o inclusive un silencio que se llevaba hasta la tumba. A consecuencia de buscar un cambio, la resiliencia provocó que las personas que generaran revoluciones por la lucha de no quedar conformes con lo que nos era designado.

¿Y cuál era el objetivo de garantizar este silencio?

A la fecha me sigue siendo incomprensible las diversas respuestas que encuentras desde la experiencia, pues son infinitas las historias en las que se busca silenciar sin importar el precio, felicidad, afectación, dolor, injusticia y que dejan a flote respuestas irracionales,  incomprensibles e inhumanas.

Sin embargo, pese a los intentos, con el paso del tiempo vas comprendiendo que aquello a lo que se pretende silenciar por el contrario tiene una fuerza indomable… Y que la orden de “callar”, en lo absoluto es sinónimo de lucir “más bonita”, tratando de ocultar en lo más profundo lo que uno siente u opina.

Ejemplo de ello,  es cuando se “alza la voz ante una injusticia”, lo primero que se genera por la contraparte es querer extorsionar y doblegar con el silencio, incluso acusar de difamación y de incorrecto.

Para bien o para mal de muchos, en nuestras funciones sociales y de comunicación contamos con las redes sociales, las cuales entre sus beneficios han permitido la diversificación de ideas y contenidos, para compartir “lo que pensamos”.

Y debo decir, que aunque este pareciera algo sencillo y común  en realidad no lo es, esto a causa de que nunca faltará quien intente señalar nuestros pensamientos como algo moralmente correcto o incorrecto, aspectos que siempre quedan abiertos a debates al aire y que pretenden definir y dar significado a nuestras propias palabras agregando etiquetas; pero también contamos con el beneficio de hacer “ruido” y  generar movimientos para poder llegar a quien necesite “escuchar”.

Abordaré como ejemplo el hecho de declarar y denunciar sobre un abuso sexual, para muchos, en su consejo, lo mejor es pretender “que nada pasa” o que “todo está bien”, y solo seguir… Mientras que el levantar la voz consiste en armarse de valor y ser fuerte para afrontar una ola constante de la aprobación, y desaprobación de gente conocida y desconocida, y en su respuesta los juicios en torno a las razones que dictaminarán una presunta “culpabilidad”, y no hablamos precisamente desde lo legal, pues como referencias se utiliza lo vago de un estado civil,  “foto de perfil” y posición social,  para volverse más relevantes que el hecho de la violación a los derechos de su persona, y sí en pleno 2021…

Mi punto no busca determinar una respuesta, solo pretende invitar a reflexionar, a comprender y repensar sobre los incontables casos que vemos al respecto, y el contribuir a hacer distinta una triste realidad, así como el recordar que nunca es tarde, que no todo está perdido, y que hay asociaciones, acompañamientos, apoyos, personas, amigos que siempre pueden apoyarnos a gritar cuando se pretenda que hagamos lo contrario.

Evidentemente las cosas ya no son como antes, pero esto se lo debemos a las personas que no callaron, y no,  no seré la última en asegurar que… “Calladita no me veo más bonita”.

Por: Andrea Gómez.

 

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