Don Juan, todos los días tiene que entrar a su trabajo a las 8:30 de la mañana, sin embargo, tras un camino a su destino de dos horas en el transporte público, debe de estar desde las 6:15 en el paradero del autobús, pues no sabe si le tocará “en la primera que pase o hasta atrás apenas cierre la puerta del segundo camión”. En el peor de los casos le tocará en la tercera ruta, resignado a que llegará tarde y le conllevará un descuento de su sueldo.

Una vez que ya logra estar en el primer autobús, “uno debe andar todo apretado, pa’ que más gente llegue a su destino”, esto debido a que su camión pasa cada 20 minutos, y se encuentra hasta el otro lado de la ciudad, en donde tras un exceso de demanda de personas, que al igual que Don Juan, tienen que tomar la misma ruta para llegar a tiempo a sus deberes.

“A veces por más que se recorra la gente, uno ya no cabe, y más con esto de la pandemia, en veces si da miedo el estar tan cerca de otra persona, pues mucha gente no cree en eso del CORONAVIRUS, y aunque a veces uno ya no sabe ni que pensar, lo mejor es cuidarnos, porque si uno enferma, pues se lleva entre las patas a su familia. Pero mire muchos hasta estornudan, se agarran del tubo y todavía se enojan por que uno les pide que usen cubrebocas, ya que de por sí eso de la ‘sana distancia, aquí no es posible’”.

Seguido de la reflexión de Don Juan, viene un “enfrenón”, que hace que entre los pasajeros se haga un golpeteo entre mochilas y codazos. El motivo es que el chofer, se pasó la parada y había personas queriendo bajar hace una calle, un señor molesto de aproximadamente 40 años de edad, solo expresa ”¡Cabrón! ¿Qué no ves la pinche parada?”, a lo que el chofer solo dice “¡Chinga tu madre!”, generando una ola de insultos constantes que desaparecen tras la bajada del hombre.

 

Prosigue Don Juan, “pues es que sí está canijo, imagínese, que de por sí, chamba no siempre hay, si uno se enferma sale re’caro y pa’que le cuento cuando se enferman los morrillos, no hay de otra más que apechugar, usar su cubrebocas y su “gelecito”, para cuidarse, y al llegar a la casa quitarse entrando la ropa que uno trae, pues ya ve que dicen que hasta en la ropa se pega el virus… Pero bueno, sí sabemos salir adelante, pero déjeme decirle algo… ¿Usted cree que aquí entre esta charla uno puede tener su mentado 1.5 metros de sana distancia? ¿Cuánta gente cree que agarró este tubo desde el primer camión que salió? ¿Imagínese ahora los de la noche? Y no se diga la “oruga”, que parece más una lata de sardinas. La sana distancia para muchos es un privilegio, porque para otros, no nos queda más que hacer lo que podemos”.

Las platicas con Don Juan terminan, porque tiene que ir corriendo para alcanzar a tomar su segundo camión, ya que el tercero aún no sabe que le espera.

 

 

Por: Andrea Gómez. 

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