“Las 10 mil ‘Adelitas’ en defensa del petróleo están listas para iniciar de inmediato el cerco ciudadano a las cámaras de Diputados y el Senado para impedir que prospere cualquier iniciativa que plantee la privatización de Pemex (8 abril, 2008)”.

Andrés Manuel López Obrador tiene listo un ejército de 30 mil personas -que se encuentran en fase de alerta máxima- para impedir el debate de la reforma energética que inicia en el Senado” (10 de abril, 2008).

-“No, no, no. Ya te dije qué cosa es lo que quiero, ya te dije qué cosa es lo que quiero: Andrés Manuel López Obrador

-¿Para qué? Si luego me vas a decir que no; se te agradece la propuesta, pero no quieres el debate…” (Intercambio entre López Obrador y Carlos Navarrete, entonces coordinador del PRD en el Senado el 24 abril de 2008).

Las citas son testimonios recogidos hace exactamente 13 años por la prensa escrita cuando se vivía un “muy caliente” abril del 2008. El entonces líder opositor Andrés Manuel López Obrador intentaba abortar a toda costa con sus ‘Adelitas’ y sus operadores políticos la reforma energética que proponía Felipe Calderón.

Esta información hemerográfica (tomada del extinto diario El Centro de la capital del país y que acompaño con fotografías) exhibe a un líder opositor fuerte, con una base de seguidores sólida y que no solo era visible en las calles, sino que movía los hilos a su antojo adentro de su partido (PRD de entonces) con un objetivo muy claro: confrontación para ganar visibilidad y fuerza sin importar el debate interno.

ETERNO OPOSITOR

Por eso no tiene porqué sorprendernos que, como presidente, el tabasqueño siga con esa misma actitud beligerante: la de un opositor eterno que no ha madurado y que así hoy gobierna -es un decir, como diría el clásico- a todos los mexicanos.

Al Andrés Manuel que se retrataba en ese lejano 2008 es al mismo que vemos hoy, pero con la diferencia de que gobierna desde el púlpito para reclamar, criticar, satanizar y hasta mofarse de sus opositores, al mismo tiempo en que rehúye al debate e impone su voluntad a todos los que le rodean.

Muchos nos preguntamos ¿qué pasaría si este López Obrador de presidente se topa hoy con un López Obrador opositor como el del 2008? ¿Qué haría AMLO si un dirigente opositor saca hoy a la calle a hordas de simpatizantes -hombres y mujeres por igual- para impedir la aprobación de sus leyes retrógradas? ¿O si el movimiento feminista tuviera una cabeza visible que un día sí y otro también enfrentara al presidente por los incontrolables feminicidios en el país?

El presidente ha dicho que siempre será “respetuoso de las expresiones opositoras”, pero en los hechos nunca ha dejado de criticar a la prensa -su mayor piedra en el zapato- que le cuestiona el presente. Una cabeza visible en la prensa como es Carlos Loret de Mola es el blanco de incesantes y despiadados ataques por parte del tabasqueño y sus fanáticos.

Pero Loret de Mola no es -ni de chiste- una fuerza política opositora que pueda hacer plantones como tampoco jamás será un líder que utilice las plazas públicas para criticar todo lo que hace mal el gobierno o que agite a miles o cientos de miles de seguidores.

El vacío de liderazgo opositor es una deuda -o más bien parecería un trauma- del México de hoy. Los políticos contrarios a su gobierno -con estas clases de opositor que dio AMLO- no se arriesgan a ser vapuleados ni satanizados o, peor aún, a ser desnudados por el presidente y seguidores; prefieren hacer algunas declaraciones en redes sociales y cuidar “su imagen”.

¿O acaso alguien ha visto a alguno que se comporte como el AMLO del 2008?

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